lunes, 31 de agosto de 2009

Ignonimia (i) Conociendo a Florence Rymzowek (I)



Quizá París nunca había sido la ciudad más adecuada para gozar de su soledad; el tangencial retiro a la periferia de la existencia y la escala intermedia de la desaparición. No obstante, pensar en las mesas, unas vacías y otras ocupadas, de la cafeterías de la Rue Réarmur, de la Rue de Turbigo y también, como no, de los curiosos locales de Bagnolet, podían incitarle a pensar que la simple contemplación quizá fuese mucho más interesante y complaciente que una compañía difícil de digerir. Y desde aquí nadie pregunta cual es la razón por la cual uno comienza sus existenciales interrogatorios y finalizan con los huecos de la noche desmemoriada y sin rastro. Y si se lo preguntan, existe, como mínimo, el consuelo de desconocer la identidad del sujeto intrigado.



Francia siempre fue uno de sus destinos predilectos, supongo que potenciado por el linaje de origen supongo que francés, galo o de algún lugar cercano a esta región y poco habitual en Chipre, concretamente, en la preciosa e inigualable ciudad de Limassol; cuan útiles son los instrumentos de la ignorancia y la imaginación. Aristidis Duchamp, Nikos Dumont, Tassos Ducatel o incluso Giannis Sirieix. Algo aproximativo es el nombre que le acompañaba inicialmente, sin saber muy bien el porqué de tan curiosa combinación. Aunque realmente no es algo demasiado importante, las lagunas facilitan el desplazamiento en el bosque del olvido.



Nunca explicó -la súbita evaporación acontecida no le facilitó las cosas, es cierto- al igual que la explicación de su desconocida e inexistente denominación, cómo llegó a "Jean Laspalles", entidad dedicada a la subasta de obras de arte, piezas de coleccionismo, curiosidades, halajas antiguas de alguna decrépita personalidad del reciente -por aquellas fechas- siglo XIX, presentes hipermercantilizados y poco valorados por el destinatario y otros "tesoros" que uno no entiende cómo alguien ha permitido su existencia -como muchas otras cosas y personas-. En fin, únicamente le correspondía realizar los informes jurídicos pertinentes. Y, afortunadamente, eso sucedía en pocas y curiosas ocasiones, lo que a uno le facilitaba pensar que realmente lo adquirido no es tanto el bien concreto como el incunable informe elaborado. Otra duda sin posible solución; en las dependencias de la empresa parisina sólo recibieron una escueto teletipo. En fin, empezar a buscar nuevos candidatos que encandilar en una época de díficil consideración.



El primer destino del franco-chipriota, como a algunos seguro que les gustaba llamarlo, en el país galo fue a los 17 años la ciudad de Toulouse; la puerta de entrada de los jóvenes europeos de segunda o tercera categoría. Supongo que cansado de la adolescente soledad en la ciudad de Limassol, Larnaka o Nicosia.



Incluso comparto la preferencia de disfrutar de mi ausente existencia en un lugar en el que lo más familiar y cercano sea el desconocimiento; el vacío en el que quizá pudiera encontrarme cara a cara con alguna explicación de todo esto y, también, del porqué de todo aquéllo; muchas mareantes divagaciones que me dejan petrificado en el mismo emplazamiento de siempre. Si espero un poco más, el tiempo vuelve al mismo punto de partida; el lugar del que no debía haber escapado el ahora desaparecido; ya que nada le unía a la Alemania de la que se esfumó repentinamente. Dicen que como otros muchos más.


lunes, 24 de agosto de 2009

Noche abierta al recuerdo





Con las sombras inclinadas y miradas alejadas, pensando, quizá, en un día futuro; del presente no vivido al igual que el día de hoy, en el que alguno de ellos ya no está.

Con géneros de punto como fondo y 27/2 como dorsal; señalamiento clarificador que ya no podrá ser instruido, acompañando al olvido de la definitiva desaparición.

Podrá resultarme estremecedor pensar en las imágenes e ilusiones que podrían estar pasando por vuestra mente en ese soleado momento, pese a los parcos colores. Bajo el recuerdo rememorado de los rastros sonoros de la soledad, continúo pensando de manera inmortal e infinita, sin percatarme conscientemente de que estas imágenes proclaman que yo también debo cumplir la misma función en el mundo, con un objetivo: algún día dejar de ser.

Y pese a todo, el tiempo es ese silencioso testigo que nos acompaña eternamente e intuyo que sonríe sigilosamente al contemplar nuestras vidas; cambiantes e incansables.

Con la pasmosa sorpresa que genera los acontecimientos imaginados, vamos dejando marcas de nuestra existencia en los lugares más absurdos e insignificantes. Son historia para el presente de los hombres del mañana.




viernes, 14 de agosto de 2009

La decenal y fotográfica caja de cartón.


A veces uno, sin darse cuenta, cae en la espiral de lo absurdo; en el consumismo más banal y tontuno. Darse cuenta del conjunto de máscaras acumuladas a lo largo de todos estos años. Y grandes diferencias, con distintos objetivos no se perciben las mismas señales.




Y las calles de la capital británica esperan ahí fuera, con su frío temeroso y eterna inseguridad. El silencio es norma, la tranquilidad excepción.




Y no queda más que rendirse a los temblores producidos por el temor de guardar silencio, el miedo de observar sin preguntar, percibir sin estar obligado a interpretar; contemplación de la mera y eventual existencia, el silencio eterno que genera el recuerdo.


Aunque fuera por unos efímeros instantes, hemos vuelto a caer en la mediocridad, rompiendo el silencio a todos dado y por nadie apreciado. Esa silenciosa ruptura repercutirá en una mayor; no pretende el inicio.




Solslayado aquel por la vergüenza, de tímidas conversaciones sin sentido, fundamentada cada postura en diferentes registros. Percepciones irreconciliables, opiniones respetadas por la ignorancia.




Y todo ello pese las ruidosas tentaciones, que conforman vanos intentos de provocar un retroceso en los posicionamientos recuperados de aquel cajón; de la caja de cartón.





En , a 10 de abril de 2009